Empresas públicas, tecnología y desarrollo V. El ciclo del combustible nuclear argentino: la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP)
por Jorge Salvador Zappino
Resumen
La tradición nuclear en la Argentina nace en 1950 con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), promovida por el entonces presidente Juan Domingo Perón. El objetivo de la institución era promover el estudio y el desarrollo de aquellos aspectos vinculados a la utilización pacífica de la energía nuclear. En ese contexto, entre las décadas de los cincuenta y los setenta, comenzaría a conformarse un complejo nuclear e industrial basado en instalaciones científicas y tecnológicas de la CNEA a lo largo y ancho del país.
En este camino, el organismo inició diversas acciones, entre ellas la extracción, purificación y conversión del uranio y la producción de radioisótopos para aplicaciones medicinales. Esta actividad llevó a la creación de empresas con alta tecnología para el desarrollo de procesos y la producción de bienes y servicios acordes a los planes nucleares.
En 1968 se iniciaron las obras de la primera central nuclear de potencia de la Argentina y de América Latina, Atucha I, cuyo objetivo era abastecer de energía eléctrica los polos productivos del Gran Buenos Aires y el Litoral. En 1973 comenzó la construcción de la Central Nuclear de Embalse, Córdoba, inaugurada en 1984, y en 1980 se inició la obra de Atucha II, la cual fue puesta en operación en 2014, luego de que la obra estuviera paralizada entre 1994 y 2006. Todas estas centrales empezarían a utilizar uranio natural producido en el país como combustible.
La Argentina es uno de los 12 países (además de los Estados Unidos, el Reino Unido, la Federación de Rusia, Francia, China, Alemania, Pakistán, Corea del Norte, Japón, India y Brasil) que lograron completar el proceso de enriquecimiento de uranio. Sin embargo, en los comienzos del Plan Nuclear Argentino, este proceso no estaba contemplado, ya que el país se había decidido por la línea de reactores con uranio natural y agua pesada. Fue luego del endurecimiento del Tratado de No Proliferación —provocado por la explosión atómica en la India de 1974— y de la sanción de la Ley de No Proliferación Nuclear en los Estados Unidos de 1978 —que prohibía la provisión de uranio enriquecido a países no firmantes del tratado—, que el país decidió comenzar el desarrollo de la tecnología de enriquecimiento.
En los estudios de preinversión realizados para la construcción de cada central ya aparecía como meta crucial, aunque lejana, la necesidad de completar el ciclo del combustible, esto es, disponer de todas las tecnologías para la producción industrial de los insumos necesarios (como el agua pesada y los elementos combustibles) para el funcionamiento de una central de potencia. El agua pesada que requerían estos reactores, si bien significaba también cierto grado de dependencia de fuentes extranjeras, podía obtenerse de más de un proveedor y se trataba de un compromiso a corto plazo, dado que la producción de agua pesada pasaría a ser una de las prioridades de la CNEA (Hurtado, 2014).
Para dar cumplimiento a esa prioridad, la CNEA se abocó a la construcción de una planta para la producción de agua pesada en Arroyito, Neuquén: la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP). Fue finalizada en 1991, al mismo tiempo que la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería S.E. (ENSI S.E.) se hizo cargo de su operación. La primera producción fue obtenida en 1994.
Palabras clave: agua pesada, combustible nuclear, energía nuclear, PIAP, ENSI.